Miles de años de evolución no han conseguido entender la relevancia de la mujer, de lo femenino en la visión del mundo. La civilización occidental, inspirada por la visión judeocristiana, desplazó el papel de la mujer, de la Diosa, al responsabilizar a Eva, al cuerpo y a la sexualidad, de la caída de la humanidad.
Con la imposición de las culturas patriarcales se impone la visión masculina sobre el mundo: agresiva, activa y guerrera, más preocupada por el progreso tecnológico que por el respeto al entorno natural, y se establece un período de supremacía masculina sobre el modo de ver y de sentir femeninos. El sometimiento y discriminación de la Mujer y de la Naturaleza durante milenios de nuestra historia han llevado a desvirtuar la conciencia y el poder femeninos, provocando que las propias mujeres creamos que hay algo mal en nosotras, relegándonos a un papel secundario forzado por la violencia y el miedo.
Para recobrar la visión íntegra del mundo hemos de restaurar el poder de la otra mitad, de la dualidad manifiesta en todo lo existente en el universo: el yin y el yang, el cielo y la tierra, lo masculino y lo femenino, las dos fuerzas fundamentales, aparentemente opuestas pero complementarias, que se encuentran en todas las cosas.
Hemos dicho que el desplazamiento del poder de la Diosa como representación de lo femenino proviene de la visión judeocristiana del mundo, pero si retrocedemos en la noche de los tiempos veremos que Gaia, la Diosa Madre o la Gran Diosa, fue venerada bajo diferentes nombres en multitud de mitologías dispares y distantes.
Gaia, o Gea, es la Diosa que personifica a la Tierra en la mitología griega. Como cuenta Hesíodo en su Teogonía, "tras el caos surgió Gea, la de anchos pechos" y de su propio ser, "sin la dulce unión del amor", trajo a Urano, el cielo estrellado, su igual, para cubrirla a ella y a las colinas, y también a Ponto, la infructuosa profundidad del mar.
Gea y los Dioses Primigenios procrearon a los Dioses del Olimpo y a todas las criaturas que empezaron a poblar la tierra.
Pero las referencias a esta Gran Diosa, a esta Madre Tierra nutricia, no se limitan a la mitología griega. Etimológicamente Gaia es una palabra formada por dos elementos:
- Ge: Tierra (relacionada con la sumeria Ki, que también significa Tierra)
- Aia: derivada de una raíz del indoeuropeo que significa Abuela
Por tanto, Gaia vendría a significar "Abuela Tierra".
Gaia como la Madre Tierra es una evolución de la Gran Madre del pre-indoeuropeo, una diosa de la vida y la muerte, generosa pero pavorosa, venerada desde el Neolítico en Oriente Próximo, Anatoli (la actual Turquía) y la zona de influencia de la cultura egea, pero también va más allá de Malta y de las tierras etruscas.
La idea de que la propia tierra fértil era femenina y nutría a la humanidad no se limita al mundo grecorromano y a sus mitologías, ya que estas tradiciones fueron influidas por culturas anteriores, básicamente provenientes de la zona central del antiguo Oriente Medio, cuna de las primeras civilizaciones.
Las religiones ancestrales son representaciones del culto a la fertilidad donde encontramos elementos comunes como el sacrificio periódico de un rey sagrado, reencarnación de un dios que moría y revivía, una deidad solar que llevaba a cabo un matrimonio místico con la Diosa de la Tierra, la cual moría en la cosecha y era reencarnada en la primavera.
Esta leyenda es una constante en casi todas las mitologías mundiales.
Como Madre de la Vida encontramos a la Diosa acadia Kubaba, la sumeria Tiamat, la hurrita Hepa, la hebrea Eva, la frigia Cibeles; en la mitología nórdica la encontramos bajo diversos nombres, el más común Jöró; los celtas irlandeses la veneraban bajo el nombre de Danu mientras que los celtas galeses la llamaban Don; en la mitología hindú era conocida como Dana; en las culturas del Pacífico la Madre Tierra era conocida bajo tantos nombres y con tantos atributos como las culturas que la reverenciaban; también en Sudamérica perdura el culto a la Pachamama (de "pacha": tiempo o época, y "mama": madre en quechua) en lugares como Chile, Bolivia, Ecuador y el noroeste de Argentina, así como los aztecas tenían a la diosa Coatlicue y las antiguas culturas mexicanas a Tonantzin Halli.
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