En mitad del océano Pacífico, en un extremo de la Polinesia, encontramos una remota isla, la Isla de Pascua o Rapa Nui, una pequeña porción de tierra envuelta en el misterio y la leyenda, desde la historia de sus orígenes hasta su mayor reclamo turístico: los imponentes moáis que rodean su costa.
Aunque los propios nativos denominan a su isla y a ellos mismos Rapa Nui, "isla grande", en la lengua autóctona la isla es conocida como te pito o te henua, "el ombligo del mundo". Según la tradición oral, el pueblo rapanui habría llegado a esta isla desde Hiva (teórico continente perdido en el Pacífico) guiados por Hotu Matu'a, su primer ariki o rey, hacia el s. IV dC.
Como en otras culturas, el akiri reclamaba ascendencia directa de los dioses, su sociedad estaba dividida en tribus y con clases muy estratificadas.
Rapa Nui ha sido considerada uno de los lugares habitados más alejados del resto del mundo. La isla más cercana es Pitcairn, a casi 2.000km, seguida de Chile (país al cual pertenece legalmente) a 3.700km y de Tahití, a 4.100km. Este "aislamiento" ha provocado que las características de su tradición cultural, al igual que la lengua autóctona, se hayan mantenido más puras, aunque los conocimientos ancestrales de su pueblo quedaron en la tradición oral después de la desaparición de la clase sacerdotal, y con ella, de la única escritura de la Polinesia, el rongo-rongo.
El nombre de Isla de Pascua se debe a que el navegante neerlandés Jakob Roggaveen la descubrió en el día de Pascua de 1722. Posteriormente, muchas expediciones llegaron a Rapanui, algunas de ellas causando una reducción drástica de la población. Entre 1859 y 1863, veinte barcos se llevaron más de 1.000 nativos para venderlos como esclavos en las tierras de Perú.
Es uno de los destinos turísticos más exóticos, no sólo por su belleza natural sino también por su misteriosa cultura ancestral cuyos vestigios más representativos son los moáis, enormes esculturas talladas en piedra volcánica que representan extraños personajes. La teoría más aceptada sobre los moáis es la que los convierte en epitafios lapidarios pertenecientes a un culto funerario a los antepasados, pero una vez más la leyenda y el misterio envuelven a la Isla de Pascua.
Los más de 600 moáis tallados por los antiguos rapanui se hallan distribuidos por toda la isla, dispuestos en torno a la costa a modo de límite imaginario. Esculpidos en una sola pieza, su tamaño oscila entre los 4 y los 20 metros. Fueron trabajados en toba del volcán Rano Raraku, en cuya cantera todavía quedan 397 moáis en diferentes fases de acabado. Todo indica que la cantera fue abandonada repentinamente, quedando estatuas a medio labrar en la roca.
En un principio, estas estatuas gigantes llevaban unos copetes de piedra roja sobre la cabeza (Pukao), copetes que pesan más de 10 toneladas y que después de tallados debían ser transportados y levantados a la altura debida para ser colocados sobre las cabezas. No se sabe qué tipo de ingeniería utilizaron para transportarlos por la isla hasta su ubicación definitiva.
Sus rostros aguileños y acusados muestran unas grandes orejas, unos rostros enigmáticos que acrecentan la leyenda.
A continuación, el documental "La isla del fin del mundo" de J.J. Benítez os presentará las claves de esta historia que sólo es una más de la enigmática Historia de la Humanidad.
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